REFLEXIONES SOBRE EDUCACIÓN por Ernesto

miércoles, agosto 23, 2006

Educar en la libertad y responsabilidad

El hombre puede educarse porque es libre y puede ser libre porque se educa.
Uno de los grandes objetivos en la educación de nuestros hijos es la educación en la libertad. Una libertad entendida para conseguir hacer el bien.
Para educar a nuestros hijos en la libertad, los padres, hemos de esforzarnos en mejorar personalmente y ayudar a mejorar a los hijos.
Dice el profesor Yela:
"El hombre puede educarse porque es libre y puede ser libre porque se educa, solo se educa al hombre liberándolo, sólo se libera educándole".
Educar en la libertad
Es fomentar más autonomía y más responsabilidad en quien se educa. Respecto a la autonomía es importante conseguir: Que tengan iniciativas. Que sepan elegir. Que sean consecuentes. Recuerdo la anécdota de aquel niño pequeño a quien preguntaban la definición de jersey y contestaba: "prenda que nos ponemos cuando la abuelita tiene frío". También es bueno que por decidir corran el riesgo de equivocarse, ya que "la experiencia es la madre de la ciencia".

Respecto a la responsabilidad apoyarse en:
Encargos, adecuados a su edad y carácter. Administración de dinero para gastos personales. Puntualidad en los horarios establecidos en el hogar: hora de levantarse o ir a dormir, tiempo para el estudio, para el descanso, para las aficiones, para el tiempo libre, etc...

Autoridad
Para desarrollar la libertad de los hijos, los padres hemos de llevar a término una autoridad valiente y prudente. Esta autoridad ha de estar sujeta al espíritu de servicio y avalada por el prestigio personal. No podemos decir, por ejemplo: "Tengo ganas de acertar una quiniela para no pegar golpe". Y exigir que nuestros hijos estudien.

Dice Oliveros Fernández de Otero:
"Los padres con autoridad-servicio y autoridad-prestigio son comprensivos pero sobre todo son contagiosos, saben estimular por su manera de hacer".
Los padres hemos de tener autoridad, también, para ayudar a educar la voluntad de los hijos para que aprendan a hacer buenas obras. La obediencia del hijo se ha de alcanzar no por autoritarismo ni por sobreproteccionismo sino por amor. Por esto, la flexibilidad, ser capaces de rectificar, de cambiar de opinión, conocer el por qué del comportamiento del hijo en un momento determinado y valorar lo que es importante siempre, permanentemente, o aquello que solo es importante temporalmente, nos ayudará a la comprensión y a vivir un clima positivo y de confianza que facilitará el ejercicio de una buena autoridad.

Educar la libertad de nuestros hijos será conocer sus posibilidades reales, enseñar a observar y razonar, nunca imponer, sino que entiendan cual es la conducta adecuada en cada momento. Todo esto dando testimonio, ya que los padres somos el espejo de convicciones firmes para ayudar a la responsabilidad personal y a la felicidad de los hijos, que con su entendimiento, reconocerán lo que es bueno y con su voluntad lo llevarán a buen término.

CÓMO ENTENDER Y AYUDAR A TUS HIJOS (D. Bernabé Tierno, Psicólogo)

1. Ama lo que haces y para quien lo haces. Si no amas tu profesión, si no te amas a ti mismo, si no amas al educando, los principios que siguen no tendrán mucho sentido.

2. Pon exquisito cuidado en lo que dices y en cómo lo dices. Nada construye y alienta tanto como una palabra sensata y positiva, pero nada destruye tanto como una palabra ofensiva o descalificadora.

3. Haz uso de la empatía: escucha, dialoga. Dile al educando en sus peores momentos que sabes cómo se siente y que estás a su lado. Mejor todavía si le dices que tú también has pasado por situaciones parecidas.

4. Muestra tu lado más vulnerable, humano y frágil, con limitaciones y defectos. Las personas "pluscuamperfectas" se hacen muy distantes e inimitables.

5. Recuerda que tú no tienes toda la verdad, sólo "tu verdad". Por eso, la intransigencia, la falta de comprensión y de flexibilidad del perfeccionista no puede transmitir seguridad ni madurez psíquica.

6. Espera lo mejor (motivación del éxito). Busca algo bueno en el peor de los educandos y lo encontrarás; acabará por dártelo.

7. Ten fe en la valía, capacidad y buena voluntad del educando. ¿Qué sería de ti con tu edad y experiencia si los demás no te creyeran capaz, no tuvieran fe en ti y en tus posibilidades?

8. Evita los castigos; existen mejores alternativas para modificar conductas negativas.

9. Actúa con firmeza, establece límites, di "¡No!" cuando sea necesario. Hazlo sin herir, pero sin vacilar y apoyándote en tu autoridad moral y en el deseo de aconsejar lo mejor al inmaduro.

10. Permite, sin temor, que el educando sufra las consecuencias de sus omisiones y errores y aprenda de ellos.

11. No hay persona sin voluntad, sin responsabilidad. Recuerda que educar en la responsabilidad es educar en la toma de decisiones.

12. En algún momento el niño debe "dejar el tacatá", como tú tienes que dejar las muletas si te has curado del esguince. Quiero decir que, lo antes posible, hay que dejar de tutelar a los hijos y no decirles en cada momento lo que deben hacer, porque no les dejas crecer mental ni psíquicamente.

13. La educación comienza en la cuna y nunca termina. Esto significa que no podemos descuidarnos, y cada niño necesita que nos adaptemos a su edad cronológica y madurativa.

14. Educar es dar ejemplo de las actitudes y valores que se desean fomentar en el niño, pero no educan menos los ejemplos de los compañeros que los ejemplos de los progenitores, incluido el ejemplo de reconocer los propios errores.

15. Cada hijo y educando necesita "su" tiempo e importancia como individuo, como persona única e irrepetible que es valorada y atendida de manera particular.

16. Hay que diseñar previamente toda intervención educativa; no se puede improvisar sobre la marcha porque cada niño es distinto de los demás, y él mismo es distinto según las circunstancias. Sólo sirve una educación inteligente, pensada.

17. Recordar siempre que los más capacitados no pasamos de simples aprendices como educadores y debemos tener la humildad de saber actualizarnos, seguir aprendiendo y autoevaluarnos con frecuencia para corregir nuestros errores.

18. La educación integral que nos proponemos da prioridad a la formación humana, al desarrollo de las facultades intelectuales y morales, a las costumbres; pero también a la dimensión espiritual, a la sensibilidad.

19. La convivencia, tanto en el hogar como en la escuela, siempre es determinante para el niño. Hay que aunar criterios para que el entorno educativo familiar y el entorno educativo escolar sean lo más propicios posibles para el educando.

20. No perdamos jamás la perspectiva y tengamos presente que el fin de la educación, de toda acción educativa, no es otro que capacitar al ser humano para que dé lo mejor de sí mismo en su propio beneficio y en beneficio de los demás, pero para ser feliz. No educamos con otro fin que enseñar al individuo humano a saber vivir de manera positiva y ser feliz, para que contagie y promueva esa felicidad en sus semejantes. De ahí la importancia de la alegría y el buen humor en el educador. Como bien dice W.M. Godwing, "el verdadero objeto de la educación, como el de cualquier otra disciplina moral, es engendrar felicidad".

Durante los primeros años de escolarización, notamos una especial sensibilidad de los padres hacia el ambiente educativo. Los padres eligen los centros, dedican tiempo a visitarlos y a conocer a los profesores, con quienes mantienen una estrecha relación. Padres y profesores son conscientes de que estos primeros momentos en la escolarización son fundamentales para el niño.

Por eso, es importante que las personas cercanas a él vayamos dotando de significado la nueva experiencia. ¿Y esto qué significa? Que es conveniente que le expliquemos al niño el sentido de la escuela y del aprendizaje. Posiblemente, tu hijo ya haya oído hablar del colegio porque su hermano mayor va o porque tú le hayas ido hablando del tema. El colegio debe presentarse como un lugar agradable, donde va a estar con otros niños y aprender muchas cosas divertidas.

Es conveniente que el niño sepa dónde está su colegio y conozca a su profesor/a. Eso le dará seguridad. A lo mejor le cuesta coger el hábito; sin embargo, si los padres mantenemos la calma y tenemos cuidado de no favorecer el miedo o la inseguridad, las dificultades se irán superando.

Desde luego, de nada sirve no valorar el colegio y/o las actividades que se realizan en él. Es fácil que se nos escapen expresiones como "estoy harta de preparar siempre disfraces", "¿otra vez se van de excursión?" o "¿es que nunca trabajan?". Expresiones como éstas, manifestadas frecuentemente (no pasa nada si de vez en cuando las decimos o las comentamos con adultos), pueden hacer perder al niño la confianza en los objetivos escolares. Y ésta nunca tiene que ser nuestra meta: sería tirar piedras contra nuestro propio tejado.

A partir del momento en el que nuestro hijo ingresa en el colegio, nuestra labor educativa como padres se convierte en algo compartido con los profesores, profesionales que saben de educación. Tiene sentido confiar en ellos y, por supuesto, seguir participando en el proceso educativo del que continuamos siendo responsables y una parte fundamental.

sábado, agosto 19, 2006

INTELIGENCIA EMOCIONAL


Los padres siempre queremos lo mejor para nuestros hijos. Nos preocupamos por elegir un buen colegio, que hagan los deberes, que estudien, que saquen buenas notas... Nos sentimos tranquilos cuando nos dicen en el colegio que son inteligentes y que no tendrán problemas en los estudios. Pero, suponiendo que pertenezcamos a este grupo de afortunados padres, ¿es eso todo? ¿podemos felicitarnos por la tremenda suerte que hemos tenido? Naturalmente la realidad puede no ser tan brillante. Nuestro hijo puede que pertenezca a un grupo de niños que no se relacionan bien con sus compañeros, que son inexpresivos, que no gestionan ni controlan sus emociones, que se enfadan en exceso si algo les sale mal, o que se muestran demasiado ufanos cuando les sale bien. Últimamente han surgido algunas voces, como la del profesor de psicología Daniel Goleman, que han puesto de manifiesto la importancia que tiene la inteligencia emocional en el comportamiento humano y en la consecución del éxito en la vida. Otro investigador, Salovey, de la Universidad de Yale, define la inteligencia emocional como "una parte de la inteligencia que concierne a la habilidad de comprender sentimientos propios y ajenos y de utilizarlos para nuestros pensamientos y acciones". Goleman trabaja en programas pilotos en colegios de Estados Unidos, donde se enseña a los niños a resolver conflictos, a controlar sus impulsos y a desarrollar sus habilidades sociales, porque está convencido de que el control emocional se puede aprender, y mejor desde pequeñitos. A partir de estos trabajos se ha comprobado que la situación de niños que eran rechazados ha mejorado. Por tanto, vemos que a los padres nos van saliendo nuevas tareas, no sólo debemos ayudar a nuestros hijos en el desarrollo de la inteligencia lógica, para que puedan obtener un buen futuro profesional, sino que también hay que educarlos emocionalmente, para que ese futuro sea realmente prometedor, e incluso, aunque su inteligencia lógica no sea demasiado brillante, puedan, con sus habilidades sociales y emocionales, conseguir una buena profesión. Se ha demostrado que chicos cuya inteligencia clásica (medible por un test) no era muy elevada consiguieron cargos importantes por poseer alta inteligencia emocional. Otros, en cambio, muy brillantes profesionalmente, por su baja inteligencia emocional, no eran felices debido a su incapacidad para relacionarse con otras personas y para gestionar su propia vida. Otra de las afirmaciones que realiza Goleman en su investigación sobre la inteligencia emocional es que si el aprendizaje del dominio de los impulsos no se ha realizado durante los primeros años del niño, éste tiene mayor dificultad de prestar atención en la escuela. Si las familias no realizamos la alfabetización emocional de nuestros hijos, se producirá una sobrecarga en las tareas de la escuela, que ya se encuentra superada con demasiados dramas no resueltos a nivel familiar y que llegan a las aulas. Hoy en día no es raro en una comunidad escolar ver algunos casos de chicos que no controlan sus emociones y que, cuando se les pide cuentas sobre pequeñas indisciplinas fácilmente corregibles, tienen respuestas muy exageradas, totalmente desproporcionadas y fuera de tono. Moderar los impulsos, resolver los conflictos de manera pacífica con el diálogo, interpretar correctamente los comportamientos de los demás, y muchas más cosas, que sirven para mejorar nuestra calidad de vida, se aprenden sobre todo en la familia, y los padres no debemos descuidar esta faceta, no menos importante que las notas académicas de nuestros hijos.
Elisa Aranda - Bióloga

EDUCAR EL AUTOCONTROL EN LOS PRIMEROS AÑOS

La capacidad de controlar los impulsos aprendida con naturalidad desde la primera infancia, constituye una facultad fundamental en el hombre.
Una facultad que, en definitiva, tendremos que potenciar en nuestros hijos más pequeños si deseamos que el día de mañana sean personas voluntariosas y, sobre todo, capaces de gobernarse a sí mismas en todo momento. No dejemos para más adelante el intentar inculcar un cierto autocontrol al niño.
Una vez que haya pasado el periodo sensitivo de los primeros años, le costará mucho más adquirir esta importante virtud. Es precisamente en los primeros años cuando el niño más necesita de nuestra ayuda.
Ante sus ojos inexpertos se presenta todo un mundo de posibilidades que le aturden. Esto no significa que su creciente interés por lo que le rodea no sea una actitud normal e, incluso, positiva. Pero, eso sí, tendremos que ser nosotros los que comencemos a canalizar sus inquietudes y sus deseos. Y es que, para educar es necesario exigir, aunque esto suponga un esfuerzo para nosotros mismos.
Cuando se llega cansado a casa, por ejemplo, lo más sencillo es decir "sí" a cualquier capricho. El reto radica en ser lo suficientemente pacientes y fuertes como para decir "no" en el momento preciso. Si de verdad queremos lo mejor para nuestros hijos, tenemos que exigirles. Y es que de nuestra firmeza de hoy dependerá directamente la voluntad de nuestro hijo mañana. Educar en la sobriedad no es tiranizar sino conseguir que nuestro pequeño aprenda a controlarse y a valorar las cosas (pocas o muchas) que le rodean.
Con los niños de cuatro y cinco años los resultados suelen ser más positivos cuando les ofrecemos una información clara en el momento oportuno y apoyamos nuestras instrucciones (no comer dulces antes de la comida, entrar en un centro comercial sin tener que comprarle algo, ordenar la propia habitación, obedecer a la primera...), con ciertas dosis de cariño y una exigencia serena, perseverante y alegre.
No nos dejemos llevar por los nervios; cualquier madre o padre saben que un niño de cuatro o cinco años que no para de pedir puede sacar de quicio a cualquiera, pero a pesar de todo tendremos que tratar de corregirle desde la calma y el buen humor. Es, por ende, una buena ocasión para "educar" nuestro propio autocontrol... Puede ser bueno también proponer a nuestros hijos pequeños ejercicios de autodominio, envueltos en juegos o retos y en esto la creatividad de los padres no tiene límites.
Por ejemplo: "sólo podrá comerse una chuchería en todo el día pero, eso sí, será la que él quiera y en el momento que elija". Del mismo modo siempre es positivo que reconozcamos a nuestro hijo sus muestras de autodominio, destacando, en cada caso, lo que hizo bien. Este reconocimiento operará como estímulo para la próxima ocasión en que tenga que vencer su capricho. Debemos procurar dejarles, por último, un cierto margen de libertad e iniciativa.
No seamos nosotros los que digamos siempre la última palabra en todo. Es necesario que el pequeño vaya aprendiendo poco a poco a discernir entre lo que es una necesidad y lo que es un mero antojo.
Tomado en versión libre, del artículo "De 0 a 6. La edad del autocontrol. ¡Guerra a los caprichos!", publicado en HACER FAMILIA

CONSEJOS A LOS PADRES ANTE EL CONSUMISMO

CONSEJOS A LOS PADRES ANTE EL CONSUMISMO
* Prohibir a los niños ciertos actos que parecen indeseables, como por ejemplo las compras indiscriminadas de "chucherías", cromos, material escolar...: el gasto inmediato de cualquier dinero que reciben: no esperar a tener una oferta mejor...
* Dar explicaciones sobre ciertos pasos que hay que seguir durante el proceso de consumo haciéndose acompañar de los hijos cuando se va a comprar. Claro que entonces los propios padres tienen que ser los primeros en respetar las reglas de juego. Muchas situaciones cotidianas se pueden utilizar para enseñar hábitos de consumo: la selección y compra de los alimentos o ropa, la elección de un regalo, el estudio de un catálogo antes de realizar una compra, el comentario de anuncios publicitarios, la distribución del presupuesto familiar, etc.
* No se trata de inventar situaciones extraordinarias, ni de buscar los momentos más adecuados, sino de aprender a aprovechar las situaciones cotidianas.
* Mantener conversaciones con los niños con objeto de hacerles comprender mejor las decisiones que ellos mismos toman en diversas circunstancias, ayudándoles a razonar acerca de por qué se debe o no comprar, o si es mejor esperar, o ahorrar para adquirir otra cosa. Así se puede ilusionarlos con la compra de un objeto y con esfuerzo que requiere conseguirlo.
* Hacerlos participar en las compras de los padres, multiplicando las observaciones a título de ejemplo.
* Otorgar una autonomía cada vez mayor a los niños, autorizándolos a llevar a cabo sus propias experiencias. Regalos en diversas fechas, los hobbies, el material del colegio... son ocasiones muy buenas para ir dejando que sean ellos los que se ejerciten en esta tarea y para que aprendan a ajustarse a su presupuesto.
Tomado de la revista "Nueva Lectura"

miércoles, agosto 16, 2006

WEB SOBRE LA REPERCUSIÓN DE LAS DROGAS EN EL CEREBRO

PARA JOVENES

http://www.drogasycerebro.com/