REFLEXIONES SOBRE EDUCACIÓN por Ernesto

miércoles, agosto 23, 2006

CÓMO ENTENDER Y AYUDAR A TUS HIJOS (D. Bernabé Tierno, Psicólogo)

1. Ama lo que haces y para quien lo haces. Si no amas tu profesión, si no te amas a ti mismo, si no amas al educando, los principios que siguen no tendrán mucho sentido.

2. Pon exquisito cuidado en lo que dices y en cómo lo dices. Nada construye y alienta tanto como una palabra sensata y positiva, pero nada destruye tanto como una palabra ofensiva o descalificadora.

3. Haz uso de la empatía: escucha, dialoga. Dile al educando en sus peores momentos que sabes cómo se siente y que estás a su lado. Mejor todavía si le dices que tú también has pasado por situaciones parecidas.

4. Muestra tu lado más vulnerable, humano y frágil, con limitaciones y defectos. Las personas "pluscuamperfectas" se hacen muy distantes e inimitables.

5. Recuerda que tú no tienes toda la verdad, sólo "tu verdad". Por eso, la intransigencia, la falta de comprensión y de flexibilidad del perfeccionista no puede transmitir seguridad ni madurez psíquica.

6. Espera lo mejor (motivación del éxito). Busca algo bueno en el peor de los educandos y lo encontrarás; acabará por dártelo.

7. Ten fe en la valía, capacidad y buena voluntad del educando. ¿Qué sería de ti con tu edad y experiencia si los demás no te creyeran capaz, no tuvieran fe en ti y en tus posibilidades?

8. Evita los castigos; existen mejores alternativas para modificar conductas negativas.

9. Actúa con firmeza, establece límites, di "¡No!" cuando sea necesario. Hazlo sin herir, pero sin vacilar y apoyándote en tu autoridad moral y en el deseo de aconsejar lo mejor al inmaduro.

10. Permite, sin temor, que el educando sufra las consecuencias de sus omisiones y errores y aprenda de ellos.

11. No hay persona sin voluntad, sin responsabilidad. Recuerda que educar en la responsabilidad es educar en la toma de decisiones.

12. En algún momento el niño debe "dejar el tacatá", como tú tienes que dejar las muletas si te has curado del esguince. Quiero decir que, lo antes posible, hay que dejar de tutelar a los hijos y no decirles en cada momento lo que deben hacer, porque no les dejas crecer mental ni psíquicamente.

13. La educación comienza en la cuna y nunca termina. Esto significa que no podemos descuidarnos, y cada niño necesita que nos adaptemos a su edad cronológica y madurativa.

14. Educar es dar ejemplo de las actitudes y valores que se desean fomentar en el niño, pero no educan menos los ejemplos de los compañeros que los ejemplos de los progenitores, incluido el ejemplo de reconocer los propios errores.

15. Cada hijo y educando necesita "su" tiempo e importancia como individuo, como persona única e irrepetible que es valorada y atendida de manera particular.

16. Hay que diseñar previamente toda intervención educativa; no se puede improvisar sobre la marcha porque cada niño es distinto de los demás, y él mismo es distinto según las circunstancias. Sólo sirve una educación inteligente, pensada.

17. Recordar siempre que los más capacitados no pasamos de simples aprendices como educadores y debemos tener la humildad de saber actualizarnos, seguir aprendiendo y autoevaluarnos con frecuencia para corregir nuestros errores.

18. La educación integral que nos proponemos da prioridad a la formación humana, al desarrollo de las facultades intelectuales y morales, a las costumbres; pero también a la dimensión espiritual, a la sensibilidad.

19. La convivencia, tanto en el hogar como en la escuela, siempre es determinante para el niño. Hay que aunar criterios para que el entorno educativo familiar y el entorno educativo escolar sean lo más propicios posibles para el educando.

20. No perdamos jamás la perspectiva y tengamos presente que el fin de la educación, de toda acción educativa, no es otro que capacitar al ser humano para que dé lo mejor de sí mismo en su propio beneficio y en beneficio de los demás, pero para ser feliz. No educamos con otro fin que enseñar al individuo humano a saber vivir de manera positiva y ser feliz, para que contagie y promueva esa felicidad en sus semejantes. De ahí la importancia de la alegría y el buen humor en el educador. Como bien dice W.M. Godwing, "el verdadero objeto de la educación, como el de cualquier otra disciplina moral, es engendrar felicidad".

Durante los primeros años de escolarización, notamos una especial sensibilidad de los padres hacia el ambiente educativo. Los padres eligen los centros, dedican tiempo a visitarlos y a conocer a los profesores, con quienes mantienen una estrecha relación. Padres y profesores son conscientes de que estos primeros momentos en la escolarización son fundamentales para el niño.

Por eso, es importante que las personas cercanas a él vayamos dotando de significado la nueva experiencia. ¿Y esto qué significa? Que es conveniente que le expliquemos al niño el sentido de la escuela y del aprendizaje. Posiblemente, tu hijo ya haya oído hablar del colegio porque su hermano mayor va o porque tú le hayas ido hablando del tema. El colegio debe presentarse como un lugar agradable, donde va a estar con otros niños y aprender muchas cosas divertidas.

Es conveniente que el niño sepa dónde está su colegio y conozca a su profesor/a. Eso le dará seguridad. A lo mejor le cuesta coger el hábito; sin embargo, si los padres mantenemos la calma y tenemos cuidado de no favorecer el miedo o la inseguridad, las dificultades se irán superando.

Desde luego, de nada sirve no valorar el colegio y/o las actividades que se realizan en él. Es fácil que se nos escapen expresiones como "estoy harta de preparar siempre disfraces", "¿otra vez se van de excursión?" o "¿es que nunca trabajan?". Expresiones como éstas, manifestadas frecuentemente (no pasa nada si de vez en cuando las decimos o las comentamos con adultos), pueden hacer perder al niño la confianza en los objetivos escolares. Y ésta nunca tiene que ser nuestra meta: sería tirar piedras contra nuestro propio tejado.

A partir del momento en el que nuestro hijo ingresa en el colegio, nuestra labor educativa como padres se convierte en algo compartido con los profesores, profesionales que saben de educación. Tiene sentido confiar en ellos y, por supuesto, seguir participando en el proceso educativo del que continuamos siendo responsables y una parte fundamental.