REFLEXIONES SOBRE EDUCACIÓN por Ernesto

viernes, marzo 30, 2007

La niña del pelo corto- Arturo Pérez Reverte


La niña del pelo corto- Arturo Pérez Reverte

Además de los perros, me gustan los críos pequeños. Me refiero a los de cuatro, cinco años, o así. Apurando mucho, llego hasta los de siete u ocho. A partir de ahí empiezan a parecerse demasiado a los adultos en que tarde o temprano se convertirán. Deberíamos liquidarlos a esa edad, dice un amigo mío que no destaca por su filantropía. Herodes vio la jugada: habría que despacharlos cuando carecen de currículum y aún no son estúpidos, malvados o peligrosos. Antes de que se desgracien y nos desgracien a todos. Antes de que dejen de ser deliciosos animalitos para convertirse en basura y azote del mundo. Eso es lo que dice mi amigo, que es algo drástico. Yo no llego a ese extremo, pero denme tiempo. Es verdad que a veces me pregunto para qué crecerán. Para qué diablos crecemos.
El caso es que me gusta observar a los críos. Son fascinantes. Como los adultos somos imbéciles, creemos que funcionan sin ton ni son, en plan majareta; pero en realidad actúan y razonan según una lógica rigurosísima de la que sólo ellos poseen la clave. Son metódicos e implacables como un filósofo alemán. Cuando asistes a una discusión entre un niño pequeño y un adulto, al fin descubres, aterrado, que el más consecuente y lúcido siempre es el niño. A veces te miran con una fijeza tan extraordinaria, escrutándote los adentros, que terminas enrojeciendo, inseguro y confuso. Son jueces implacables y honrados; por eso resultan tan tiernos en sus afectos, tan crueles en sus combates, tan cabales en sus sanciones. Son lo que los adultos deberíamos ser un día, o siempre, y al cabo dejamos de ser y ya nunca somos.Ayer me detuve ante la verja de un colegio infantil. El griterío se oía desde el otro lado de la calle. Era la hora del recreo, y correteaban por el patio los zagales, con sus babis los más pequeños y sus jerséis de pico los mayores. Estuve un rato viéndolos alborotar en corros, reír, pasarse la pelota. Siempre me fijo más en los niños que van por libre; los que juegan solos o vagan a su aire. Me quedo mirando al que camina marcando muy serio el paso militar, como si desfilara, al que desliza pensativo la mano por los barrotes de la reja, a la niña que habla sola mientras hace extraños gestos con las manos, al que corre emitiendo indescifrables sonidos con la boca, al que salta pisando el suelo como si aplastara cosas que sólo él puede ver, y me pregunto qué tendrán en ese momento en la cabeza, a qué ensueño mental, a qué pirueta de su imaginación prodigiosa corresponden aquellas actitudes exteriores que para nosotros, adultos razonables que encerramos en manicomios a quienes hacen eso mismo con unos cuantos años más, constituyen un misterio.En aquel patio de recreo vi a la niña. Debía de tener cinco o seis años, llevaba el pelo muy corto y estaba sentada en un peldaño de la escalera con un libro ilustrado abierto sobre la falda. Leía con una concentración extraordinaria, ajena al griterío del patio, pasando las páginas enrocada en aquel rincón del mundo, en el refugio que el libro le proporcionaba. No leía con expresión plácida, sino obstinada; baja la cabeza, como si el esfuerzo de mantener a raya el bullicio circundante no fuera fácil. Se diría que aquella singular trinchera no se la regalaba nadie, sino que la conquistaba palmo a palmo, a golpe de voluntad. Enternecedoramente pequeña, sola y orgullosa, con su jersey de pico verde, su falda de cuadros escoceses y sus calcetines arrugados. Deliberadamente ajena a todo. Ella y su libro.Fue entonces cuando levantó la vista y me vio al otro lado de la verja. Sonreí como un Hermano de la Costa le sonríe a otro, cómplice; pero la niña me miró suspicaz, sin devolver la sonrisa, y comprendí cómo ella realmente me veía: adulto, extraño, intruso, inoportuno. Aquella francotiradora diminuta, deduje, no necesitaba mi presencia, ni mi sonrisa de aliento; estaba lejos de mí y de todos nosotros, en el mundo creado por las páginas de aquel libro y por sus particulares ensueños. Construía un espacio propio, íntimo, en el que mi sonrisa y yo estábamos de más. Así lo demostró bajando de nuevo la vista, ignorándome con el resto del universo hostil que ese libro mantenía a raya página tras página. Y mientras me apartaba con sigiloso respeto de la verja, pensé: Herodes se equivocó. Quizá ella se salve un día. Tal vez esa niña solitaria y tenaz nos haga mejores de lo que somos.

UN LIBRO......HISTORIA DEL REY TRANSPARENTE


HISTORIA DEL REY TRANSPARENTE
Rosa Montero

miércoles, marzo 21, 2007

ARTÍCULO DE UNA REVISTA INGLESA SOBRE LA PRE-ADOLESCENCIA


A medida que su hijo(a) se acerca a la adolescencia y adquiere más independencia, mantenerse emocionalmente cercano a él o ella puede parecer un reto. Pero es tan importante como lo ha sido siempre, o quizás más importante que nunca.
En la medida en que las actividades en la escuela, los nuevos intereses y una vida social exitosa se vuelven más importantes a medida que su hijo(a) crece, usted todavía representa su base como hogar, proporcionándole amor, guía y apoyo.
Y esa conexión proporcionarán a su hijo(a) una sensación de seguridad que fortalecerá la entereza que él o ella necesitarán para lidiar con los altibajos de la vida.
Lo que puede esperar
Su hijo(a) preadolescente puede actuar como si sus deseos de guiarle no fueran bienvenidos o necesarios, e incluso, al percibirlos, puede sentirse avergonzado(a) de vez en cuando. Este es el momento en el que los niños(as) comienzan a confiar más en sus compañeros y solicitan tener su espacio y privacidad – por ello, puede esperar que la puerta de su habitación permanezca cerrada más a menudo.
Tan difícil como puede ser asimilar estos cambios, intente no tomarlos de forma personal. Estos son signos de la creciente independencia de su hijo(a). Usted va a tener que ceder un poco los lazos emocionales que ha mantenido con su hijo(a) y permitirle mayor espacio personal para su crecimiento. Pero esto no significa que deberá perder su conexión emocional completamente. Usted todavía tiene una poderosa influencia – simplemente su preadolescente puede incrementar su reacción al ejemplo que usted dé en lugar de las instrucciones que usted imparta. Así que predique con el ejemplo e intente predicar un poco menos durante esta temporada.
Impartir con su ejemplo las cualidades que usted quiere que su preadolescente aprenda y practique –comunicación respetuosa, gentileza, alimentación sana y cumplimiento de sus responsabilidades diarias sin quejas— incrementará las posibilidades de que su hijo(a) cumpla con ellas.
Lo que usted no debe hacer
Los detalles pequeños y simples pueden reforzar la comunicación. Incluya en sus actividades el suficiente tiempo para compartir momentos especiales, la rutina de la que ya forman parte juntos y demuéstrele que le importa.
A continuación le damos algunos datos para lograrlo:
Sentarse en la mesa para comer con la familia: Puede que a usted se canse tan solo de pensar que tiene que preparar una comida para la familia después de un día muy ocupado. Pero compartir una comida con la familia significa disfrutar juntos de momentos valiosos. Por ello, planéela y organícela tal y como haría otro tipo de actividad. Incluso si tiene que recoger alguna comida preparada, siéntense juntos en la mesa para comerla. Apague la televisión e intente no hacer caso al teléfono. Es imposible hacerlo cada noche, pero usted puede planear una cena a la semana que le venga bien a la agenda de su hijo(a). Planee algo divertido e involucre a todos en la preparación y en la posterior recogida y limpieza de la mesa. Compartir esta actividad ayuda a fortalecer los lazos afectivos familiares y el hecho de que todos colaboren refuerza el sentido de responsabilidad y trabajo en equipo.
La hora de irse a la cama y las buenas noches: Puede que su niño(a) ya no necesite que usted lo lleve a la cama, pero mantener un horario consistente para irse a la dormir ayuda a que su preadolescente obtenga el sueño que necesita para crecer saludable y fuerte. Por ello, cree un momento de tranquilidad juntos justamente antes de irse a dormir. Lean juntos. Conversen sobre los momentos importantes del día y sobre los planes para el día siguiente. Incluso si su preadolescente ya ha crecido demasiado como para que usted pueda acostarlo en su camita, todavía hay tiempo para un abrazo o un beso de buenas noches. Si su gesto no es bienvenido, intente una caricia suave en la espalda o en el hombro a medida que usted le dice buenas noches.
Comparta los momentos cotidianos: Encuentre las pequeñas cosas que les permiten estar juntos. Invite a su preadolescente a que le ayude a pasear al perro. Invítese usted mismo(a) a acompañarlo(a) cuando sale a correr. Lavar el carro, hornear galletas, rentar películas, ver un programa de televisión favorito – todas son oportunidades para que disfruten estando juntos. Y también son oportunidades para que su hijo(a) le hable sobre lo que le pasa por la mente. Incluso cuando van en el carro es un buen momento para que establezcan lazos de comunicación. Cuando usted esté manejando probablemente su preadolescente se sentirá más inclinado a mencionar algo que le moleste. Ya que usted estará concentrado en la carretera, él o ella no tendrán que establecer contacto visual, lo cual puede aliviar la incomodidad de expresar lo que se siente.
Cree momentos especiales: Comience la tradición de celebrar ocasiones familiares significativas más allá de los cumpleaños y de las fiestas. Celebrar ocasiones especiales como las buenas calificaciones escolares o haber ganado un partido de fútbol ayuda a reforzar los lazos familiares.
Demuestre afecto: No subestime la importancia de decir y demostrar cuánto quiere a su preadolescente. Hacerlo asegurará que su hijo(a) se sienta seguro y amado. Y usted estará demostrando formas sanas de demostrar afecto. Con esto en mente, su hijo o hija pueden comenzar a sentirse un poco intimidados al ver muestras de cariño, especialmente en público. Puede que su hijo(a) rechace su abrazo o beso, pero no tiene nada que ver con usted. Simplemente reserve ese tipo de demostración de cariño para los momentos cuando los amigos de su hijo(a) no estén presentes. Y en público, encuentre otras formas de demostrar que su hijo(a) le importa. Una sonrisa o una expresión de saludo pueden comunicar un mensaje cariñoso y al mismo tiempo respetar los límites físicos. Reconozca en alto las maravillosas cualidades de su hijo así como las habilidades que desarrolla en cuanto ocurran. Usted puede decir algo como “Qué bonito dibujo –realmente tienes una gran facilidad para el arte” o “Estuviste fabuloso jugando hoy al fútbol – Me encantó verte jugando en el campo."
Permanezca integrado: Sea parte de los intereses crecientes de su preadolescente. Integrarse significa permanecer más tiempo juntos y compartir experiencias. Usted no tiene que ser el líder de los Boy Scouts, voluntario(a) en su salón de clases o entrenador(a) de fútbol para demostrar interés en las actividades de su preadolescente. Puede que su hijo(a) quiera formar parte de actividades en las que usted no forme parte, lo cual no tiene nada de malo. Asista a juegos y a las prácticas cuando pueda; cuando no pueda, pregunte cómo han ido las cosas y escuche atentamente. Ayude a que su hijo(a) hable sobre sus decepciones y demuestre comprensión cuando él o ella hable de la pelota cuyo alcance hizo ganar al equipo contrario. Su actitud de cara a algún revés enseñará a su preadolescente a aceptarlos, a sentirse bien respecto a ellos, y a construir la valentía para intentarlo de nuevo.
Permanezca interesado(a): Manténgase interesado y curioso acerca de las ideas de su preadolescente, sus sentimientos y experiencias. Si usted escucha lo que él o ella están diciendo, tendrá un mejor entendimiento de la guía, perspectiva y soporte necesarios. Y responder de formas que no emitan juicios hará que su hijo(a) se sienta más inclinado a compartir con usted sus sentimientos en tiempos difíciles.

¿Cuándo empezar a educar sexualmente a nuestros hijos?

Normalmente nos planteamos que algo hay que hacer respecto a la sexualidad de nuestros hijos cuando surgen las primeras preguntas, cuando los sorprendemos intentando imitar conductas que realizan los adultos, o los descubrimos acariciándose los genitales. ¿Qué hacemos, lo permitimos o lo prohibimos?

La educación sexual no es algo que tengamos que determinar en un momento concreto, la educación sexual ha empezado ya, antes incluso de plantearnos que debemos hacer algo. Desde el momento del nacimiento, o incluso antes, toma especial importancia la sexualidad del bebé. Durante los primeros años de vida, el tacto adquiere un valor decisivo, ya que las experiencias de los niños se reducen a la afectividad mostrada a través de los abrazos y besos, estando canalizadas sus percepciones a través del contacto táctil. Cuando a un bebé se le toma en brazos aprende a querer y ser querido, aprendiendo así a reconocer emociones y a trasmitirlas. Al comunicarnos a través de ese contacto, estamos sentando las bases de una buena educación sexual que nada tiene que ver con la mera charla anatómica. Y desde el momento de nacer se desencadena un proceso de diferenciación psicosexual, es decir el ser niño o niña tiene una importancia extrema, ya que va a desencadena una serie de pautas actitudinales y comportamentales diferentes para cada sexo. Desde la elección de la ropa, la utilización del nombre, los modos de vestir, peinarse, gestos, etc., hasta el modo de relacionarse con las demás personas. Todo ello configura un modo de ser y de estar. Pronto comienza a aprender lo que se debe esperar de sí mismo y el modo más adecuado de interactuar impidiendo que nos mostremos de una manera diferente a la que la sociedad espera. Debemos vigilar las actitudes sexistas que podamos tener con nuestros hijos. La forma de vida que llevamos hace que descuidemos este tipo de detalles siendo de suma importancia para evitar las desigualdades de género.
De los dos a los nueve años aparecen cambios importantes a nivel motórico e intelectual permitiendo la evolución de la sexualidad del niño. Durante esta etapa de la vida a nivel sexual nos encontramos por un lado con la curiosidad informativa, preguntas como: ¿por qué los niños y niñas son diferentes? ¿Por dónde salen los bebés? ¿Y cómo entran en la barriga de mama? Son demandas naturales del niño, cuyo objetivo es intentar situar su propio cuerpo y su esquema intelectivo, al igual que sucede con la curiosidad que aparece por las anatomías adultas. Ante estas situaciones mostrar silencio, demorar la respuesta, desaprobación a través de los gestos de la cara y un sinfín de reacciones, e incluso entregarle un libro para que aprenda, puede ser interpretado por el pequeño como una respuesta cargada de misterio, dejando en manos de su fantasía las respuestas coherentes sobre su sexualidad, siendo un gran error no darle unas respuestas claras adaptadas a su edad.

Otro aspecto a tener en cuenta está relacionado con la conducta sexual. Aparecen comportamientos autoestimulativos y exploratorios y los juegos sexuales. Hemos de tener en cuenta que la intencionalidad nada tiene que ver con la que muestra el adulto ante esas situaciones. Debiendo ser contemplado bajo ese prisma de juego exploratorio, una manera de conocerse que va a configurar su esquema corporal, su identidad sexual, y el aprendizaje. A raíz de las actitudes negativas mostradas por las personas adultas cercanas con frases tipo “No te toques ahí abajo”, “Te la voy a cortar”, etc. es cuando comienzan a concederle un valor especial, teniendo un efecto muy negativo, ya que el niño aprende que su zona genital es sucia y vergonzosa vivenciando la sexualidad con sentimientos de culpabilidad. Ciertos sentimientos del niño y del adulto respecto a su sexualidad son el resultado de las reacciones adultas hacia tales estímulos. Una actitud permisiva, tolerante y benevolente hacia esas primeras caricias es una buena forma de educar su sexualidad.
Cuando aparecen en el chico o chica preadolescente los cambios corporales no es extraño que surjan dudas relacionadas con sus sentimientos hacia esos cambios ¿creceré bien?, ¿tendré mucho o poco pecho?, ¿y los granos?, ¿crecerán mis genitales los suficiente? y pudor hacia su nuevo cuerpo. El pudor se manifiesta en comportamientos tales como cerrar la puerta, girarse para que no les vean desnudos... ante estas situaciones padres y madres los entienden y respetan, y no presionan a sus hijos e hijas para ver sus cuerpos. Sin embargo, de manera paralela a esas transformaciones físicas presentan también cambios relacionados con la manera de articular su mundo, sus ideas. Surge un auténtico despertar del deseo, el cual en la etapa anterior se encontraba más adormecido. Pero ante este hecho, ¿existe un respeto como tal o insistimos y los abordamos con frases como “cuéntame” o “dime que te pasa”?

Me gustaría que llegado este punto nos paremos a reflexionar sobre qué cosas hacíamos a las edades que ellos y ellas tienen en este momento, sobre cuáles eran nuestros miedos y deseos, cómo nos hubiese gustado que nos hablaran nuestros padres o cómo nos sentíamos.

Hemos de tener en cuenta que nuestro hijo e hija preadolescente, adolescente o joven está viviendo una situación de cambios importantes para hacerse un hueco en el mundo adulto, le asaltan infinidad de dudas ante las decisiones que tienen que tomar, la nueva forma de sentirse, percibirse y percibir lo que le rodea. No es extraño que queramos ayudarles y también es comprensible que no podamos permanecer como meros espectadores.
Pero, ¿qué podemos hacer? Lo más importante es aceptar la sexualidad de nuestros hijos e hijas mostrándoles una actitud positiva que permitan que se conozcan, y que se expresen como personas sexuadas. Para ello el pararnos a conocerles, a escucharles, a mirarles se convierte en la herramienta más valiosa para acercarnos a ellos y ellas. El insistir con preguntas, el intervenir constantemente sin que seamos invitadas o invitados para ello, no hace sino perjudicar ese acercamiento. Con esto no quiero decir que padres y madres no cuenten a sus hijos e hijas algo que consideren importante que sepan, pero dialogando, respetando su silencio, dejándoles espacio suficiente para que nos lo pidan y eligiendo el momento y la forma más adecuada.

Otro aspecto a tener en cuenta es que no debemos empezar a hablarles centrándonos sólo en los riesgos asociados a la sexualidad: embarazos, enfermedades de transmisión sexual, sida. Con esta visión reduccionista de la sexualidad lo que conseguimos es alimentar aún más sus miedos ya que para ellos y ellas estos temas son los menos importantes. No olvidemos la comunicación, los sentimientos y las primeras relaciones sexuales.

Hemos de tener en cuenta que no es necesario ser un profesional experto en educación sexual para hablar con nuestros hijos e hijas, lo importante es alejarnos de los miedos que nos produce esta situación y ponernos a su nivel, estar disponibles y enseñarles a que tomen sus propias decisiones, ya que si les imponemos se alejarán y si les escuchamos se informarán.

Maribel García Cantero
Psicóloga - Sexóloga

lunes, marzo 12, 2007

EDUCAR ES FÁCIL........... BLOG

http://www.educaresfacil.com/

miércoles, marzo 07, 2007

MODELO EDUCATIVO..........JOSÉ ANTONIO MARINA

JOSÉ ANTONIO MARINA
Filósofo, ensayista y pedagogo
El modelo educativo que propongo se basa en una teoría de los recursos. Nuestros hijos van a vivir en un mundo que desconocemos, y necesitamos dotarles de los medios necesarios para que salgan adelante. Unos recursos son personales -las capacidades que tiene el niño- y otros son externos - una situación acomodada, un buen sistema educativo, un mundo en paz, justo, políticamente estable y seguro, por ejemplo, lo que llamaré capital social. En resumen: se trata de conseguir que cada niño disfrute de un buen capital personal y de un buen capital social. Esa sería nuestra mejor herencia.
Como educador, yo en cambio tengo que ser beligerante. No es una pretensión tan rara. La fisiología estudia la salud y la enfermedad, pero la medicina tiene como meta clara la salud. Dentro de las posibilidades humanas está la autodestrucción, la crueldad, la degradación, caminos sin salida que sólo me interesa estudiar para evitarlos. No quiero averiguar las mil y una maneras de ser desgraciado, sino el modo de desarrollar los recursos necesarios para ser felices. Lo que llamamos educar es, precisamente, cultivar los recursos.
El niño es, ante todo, un organismo que crece, interactúa con el entorno, produce ocurrencias mentales, y realiza actividades. Este proceso se da en todos los niños de una manera análoga. El bebé mama, sonríe, llora, duerme, comienza a gatear, teme a los extraños, vocaliza, intenta andar, quiere independizarse, es curioso, le gusta jugar. Estos acontecimientos siempre suceden, más o menos, a la misma edad en todos los niños. Nacen con unas capacidades y van desarrollando otras. Tienen admirables sistemas para captar información, evaluarla, y producir respuestas. Por usar un lenguaje actual, podemos decir que nacen "programados" para muchas cosas.
Fijémonos en las respuestas que da a lo que le sucede. Algunas son motoras: el niño se mueve, busca el pecho, succiona. Otras son expresivas: sonríe si está a gusto o llora si experimenta algún malestar. Otras son mentales: se siente bien
o mal, es consciente de muchas cosas, y se le ocurren otras: deseos, imágenes, actividades. Alrededor de los doce meses, por ejemplo, comienza a hablar. Venía preparado para hacerlo y, con la ayuda de su entorno, lo consigue. Este dinamismo básico, incluye una memoria que asimila la experiencia. Decimos con frecuencia y con razón: Parecen esponjas. Simplificando mucho, podríamos decir que somos "biología y memoria", que es una manera muy elemental de decir que somos "naturaleza y cultura". Los niños nacen con una serie definida de características personales, que se van desarrollando, amortiguando, esculpiendo, cargando con los contenidos de la experiencia. Asimilan sin parar alimentos e información.
Educar es ayudar a que el niño desarrolle sus capacidades, construya adecuadamente su memoria, produzca buenas ocurrencias, y se comporte adecuadamente. Voy a comentar cada una de estas dimensiones.
:: Capacidades: percibir, recordar, relacionar, anticipar, comprender, hablar, razonar, adquirir habilidades motoras, desarrollar buenos estilos afectivos.
:: Construir adecuadamente su memoria significa asimilar los conocimientos, valores y destrezas convenientes. Está claro que esto no depende sólo del niño, sino del entorno que le rodea, que se convierte así en educador de su memoria. Todo lo que aprendemos -la tabla de multiplicar, jugar al tenis o confiar en las personas- lo hacemos gracias a la memoria, que nos permite aprovechar las grandes creaciones de la historia: el lenguaje, la ciencia, la experiencia.
:: Ocurrencias son todas aquellas ideas, deseos, sentimientos, proyectos, palabras, recuerdos, imágenes, que aparecen en nuestra consciencia. A veces podemos suscitarlas, pero otras se nos imponen. Nos sentimos deprimidos, cansados, enamorados. Se nos ocurren muchas cosas o, por el contrario, nos quedamos bloqueados. A veces no podemos quitarnos una cosa de la cabeza, las preocupaciones vuelven aunque no queramos. Unas personas son alegres y otras tristes, unas optimistas y otras pesimistas. Al hablar de "buenas ocurrencias" me refiero a ocurrencias inteligentes, adaptativas, felices, animosas, brillantes, adecuadas a la situación. Esto no quiere decir que debamos vivir en un limbo sonriente. La tristeza, la indignación, la culpa, la vergüenza pueden ser sentimientos convenientes, si nos permiten adaptarnos correctamente a la situación. Comienzan a ser perturbadores si son desmesurados o irracionales.
:: Comportamiento. Las ocurrencias nos incitan a veces a la acción, pero pronto aprendemos que no podemos seguirlas todas. Algunas son perjudiciales para otras personas o nos dañan a nosotros mismos. La acción es la expresión más completa de la inteligencia. Podemos pensar muy bien y actuar muy mal, y una persona considerada muy inteligente puede comportarse de forma estúpida, con lo que su inteligencia queda forzosamente en tela de juicio. Un gran matemático puede ser, al mismo tiempo, una persona poco inteligente en su forma de vivir.

El objetivo del educador es conseguir que las habilidades intelectuales, afectivas y operativas de los niños se desarrollen; que su memoria guarde los contenidos adecuados y construya los hábitos necesarios para tener buenas, brillantes, y adecuadas ocurrencias, y, como colofón, que su comportamiento sea lo más inteligente posible.
¿Y esto cómo se hace? Si los seres humanos fueran unos sistemas mecánicos, como las bolas de un billar, sería fácil educar. Esto es lo que han penado muchos fanáticos del condicionamiento o de la indoctrinación. Al hacer A, el niño
o el alumno haría B. Pero nada de eso sucede. Hay demasiados elementos en juego. En primer lugar, el niño nace como un organismo activo, dotado de un sistema de preferencias, e influye en su entorno. Es verdad que los padres educan a los niños, pero también lo es que los niños educan a sus padres. Un niño difícil suscita respuestas diferentes a las que suscita un niño fácil, incluso en los padres cariñosos. Además, por muy escandaloso que parezca, no es verdad que todos los padres quieran de la misma manera a todos sus hijos. Les pondré un ejemplo para acostumbrarnos a tratar con este enfoque multifactorial de los fenómenos. Es un ejercicio de pensamiento sistémico. Sara McLanahan y Gary Sandefur sostienen en un libro “Growing Up with a Single Parent” que "los niños que crecen en una casa con un sólo padre biológico presentan más problemas conductuales que los que crecen en una casa con ambos padres". Pero la misma McLanahan se tiene que enfrentar con un curioso problema. "Los niños que crecen con madres viudas presentan muchos menos problemas que los niños de otros tipos de familias monoparentales". Al parecer no todas las ausencias son iguales. ¿Cuál puede ser la razón? Se me ocurren, al menos, cuatro. Primera: el divorcio puede deberse a problemas de personalidad de los padres, que tal vez hayan heredado los hijos. Segunda, las tensiones previas al divorcio son más dañinas que la ausencia en sí. Tercera, un divorcio suele producir una disminución del nivel de vida, y frecuentemente un cambio de residencia. Cuarta, los padres raramente explican a sus hijos las razones del divorcio, lo que en niños pequeños suele provocar un sentimiento de culpabilidad. Muchos niños creen que sus padres se han separado porque ellos han sido malos.
Las teorías del cuidado parental o de la educación han cambiado de forma dramática a lo largo de la historia. Posiblemente ahora estemos exigiendo a los padres más que nunca. Durante muchos siglos, la sociedad era homogénea, las creencias básicas estaban compartidas, y los individuos vivían bajo una constante presión social que limitaba su libertad, pero imponía normas inequívocas de comportamiento. Volvamos al caso de las familias monoparentales o de la ausencia del padre, que ahora nos preocupa mucho. Sin embargo, a lo largo de toda la historia, en épocas de guerras y de mortandad, los niños se educaban en familias sin figura paterna real, aunque con figura paterna simbólica. La sociedad
se encargaba de la educación mediante unos sistemas autoritarios que penetraban también dentro de la familia. Los padres eran meros transmisores de una cultura que proponía rutinas vitales estables y predecibles. Tenían una autoridad conferida por los usos sociales. Eran delegados de la sociedad. La gran "maestra de la vida" no era la escuela, sino el sistema cultural entero. La obediencia era la gran virtud educativa. Por primera vez en la historia de la Humanidad, padres y maestros sienten que educan contra corriente y que sus esfuerzos educativos son anulados por el entorno cultural. Es lógico que se sientan incapaces de cumplir tan insólita tarea. Y también lo es que la pedagogía crítica -Peter McLaren, Henri Giraux, por ejemplo- defienda una cierta "resistencia contra la cultura".
En este momento, en occidente al menos, la autonomía del individuo es el valor más preciado. Su libertad aumenta, pero también su desconcierto ante un mundo donde no encuentra modos establecidos de vivir, donde tiene que inventárselo todo, donde la autoridad es sospechosa, y donde parece que no hay canales eficaces para educar. Va a tener que tomar decisiones constantemente. Citaré lo que dice un interesante libro sobre la pareja:
"Ya no está claro si hay que casarse o convivir, si tener y criar un hijo dentro o fuera de la famlia, con la persona
con la que se convive o con la persona que se ama pero que convive con otra, si tener un hijo antes o después
de la carrera o en medio"
Necesitamos, por lo tanto, educar para un mundo que anima a diseñar la propia vida a la carta, al mismo tiempo que desde el punto de vista laboral o económico limita muchas veces las opciones, lo que provoca con frecuencia un sentimiento de frustración o de agresividad.
La educación se transmite por dos caminos diferentes. Uno es personal y el otro social. Si queremos educar a un niño debemos educarle a él y educar también a su ambiente. Puesto que todos los niños viven en un contexto, debemos educar al niño y al contexto, a los dos.